Fabián Vena, habla con pasión y espíritu reflexivo sobre el unipersonal Quien soy yo y confiesa que el nombre de la obra es capcioso, intrigante y muy comprometido. Vena es un juglar, un artista ambulante que ama contar historias. Nunca se dedicó a trabajar en otro oficio que no sea actuar. Desde pequeño, cuando empezó a estudiar teatro, se dio cuenta que para él era sanar. Teleshow dialogó con el actor sobre la historia de un profesor de filosofía que enseña en la clandestinidad. Y aborda y opina sobre los productos televisivos de la actualidad.
—¿Hace más de tres meses que sos un profesor de filosofía?
—Desde principios de septiembre. Y a partir de ahí hicimos algunas giras, entonces dijimos bueno, nos la guardamos y esperamos el verano. Es un proyecto muy original. Necesitaba al público para sentirla definitivamente, sobre todo para saber si estas ideas que nacen en el living de una casa terminan siendo contundentes y teatrales para impactar en el público. Así que hicimos una especie de recorrido al estilo Les Luthiers, pasamos por Rosario, Córdoba, Santa Fe, Montevideo y ya cuando vinimos a Buenos Aires estábamos ahí, muy firmes, cosa que nos permitió también ahora en este verano tener una propuesta muy contundente, y que va creciendo con el boca en boca.
—El boca en boca es casi fundamental, ¿no?
—Es que realmente funciona dentro del teatro y muy bien, podés hacer una gran campaña publicitaria y, en el cotidiano, lo que sucede en una recomendación de boca en boca aparece siempre como una manera abstracta, pero en definitiva es lo que perdura. De pronto estás en un cumpleaños, en una reunión con amigos y te preguntan ¿Qué estás viendo? ¿Qué fuiste a ver? Eso es lo que funciona. Cuando cada tanto me hacen un videíto cuando el publico sale de la función, se quedan prácticamente sin palabras, se los ve conmovidos, divertidos y de haber entendido la propuesta desde un lugar muy potente. Hablar de filosofía en teatro es un gran desafío. Una idea original, un profesor fuera del sistema, que brinda clases con mucho éxito de manera clandestina, y que hay una verdad oculta que se empieza a revelar, es solo para aquellos que son valientes en buscar su verdad.
—¿Qué vamos a ver?
—Sin lugar a dudas vas a ver una comedia y la comedia tiene sus propias leyes, sus propias reglas. Y en la comedia vos no terminás cada idea con un impacto o de efecto de humor. Si dentro de una comedia tenés un sector de escenas que son o reflexivas o emocionantes, entonces es una comedia dramática, en este caso yo tengo una obsesión por los géneros. Desde que empieza hasta que termina no hay un solo texto que no sea dentro del marco de la filosofía. El tipo se presenta, cuenta quién es, da clase, cuenta por qué lo echaron. El contenido real es una clase. Dentro de la clase se analizan cinco virtudes humanas, desde su mirada. El personaje tiene su espíritu, es un personaje que más allá de sus propias características, y siempre dentro del terreno de lo teatral, no deja de ser un tipo que baja la filosofía de una manera muy cotidiana, te la hace entender de una manera muy simple.
—Encontraste lo que querías contar…
—Claro, y dentro de esa búsqueda, un espectáculo de arte teatral tiene reglas; la primera y fundamental es el entretenimiento, es la primera consigna. Después vienen dos o tres reglas que también las cumplí, que son importantes, que son básicamente el rigor en las ideas, rigor artístico, en el rubro de la escenografía. Estoy no solamente harto, sino que peligrosamente preocupado de todo lo que implica ver una escenografía en un espectáculo de teatro que pasa por un lado decorativo, muchas veces te ponen una escenografía de millones de pesos que no cuentan nada porque es una simple decoración. Viene el intelectual de teatro y se vuelve loco con el espectáculo y que lo puede analizar y lo puede disfrutar más allá del análisis. Y también viene alguien que va por primera vez y llega a la misma conclusión.
—Cerró Pol-Ka, trabajaste muchos años con todo el equipo de Adrián Suar. ¿Qué te genera?
—Creo que está dentro de la línea que venimos atravesando ya hace unos cuantos años. El otro día recordé, y me preguntaba ¿cuándo dejó de ser negocio el unitario? El unitario para nosotros era una marca registrada. Hemos recorrido junto con Verdad Consecuencia tres años de éxito y ganado premios internacionales. A los pocos años, ya ellos mismos sabían que el unitario no rendía económicamente, que ya la televisión exigía pagar por lata por capítulo. Entonces un capítulo por semana ya no te rinde. Ya empezamos a sentir como un declive y una decadencia de lo que tiene que ver con la búsqueda artística dentro de la tele, con el formato y del negocio de la televisión. Ya hoy directamente ni las tiras rinden. Creo que tiene que ver con la línea del momento que estamos atravesando en términos tecnológicos, digitales. Yo le digo a mi chiquito, ‘hoy te enciendo la tele, me dice no’. Él mira YouTube, tiene su mundo, su propio canal por el teléfono, él en lugar de sentarse a ver televisión, a ver una película juntos, el tipo viene y me dice ‘che papá, me subieron tantos suscriptores por el video que se hizo viral’. Hoy, la televisión es un aparato decorativo. Nada más que para jugar con la Play.
—¿Pero vos crees que pasa solamente acá en Argentina o es un efecto mundial porque en algunos lugares sigue funcionando el culebrón?
—No sé cuánto tiempo más les va a durar tampoco. Hay algo de la famosa “caja boba”. Que terminó siendo boba. Realmente yo siempre vi a la televisión como un sistema de llegada hacia el público en un lenguaje incluso extraordinario. He tenido la suerte de hacer cosas artísticas muy importantes dentro de la televisión y siempre he tenido una relación con la televisión de ese calibre. No he hecho cosas en televisión con las que no estaba identificado artísticamente porque vengo del teatro, porque mi sostén en la vida siempre ha sido el teatro. He pasado temporadas enteras, enormes, larguísimas, sin hacer televisión, sin hacer cine, porque siempre mi base ha sido el teatro. Entonces tengo cubierta mi vida en función del teatro. Cada vez que he querido agarrar o se me ha presentado la oportunidad de hacer cine o televisión, siempre ha sido porque estuve de acuerdo artísticamente con el proyecto y no porque lo necesitara para vivir.
—Las plataformas ya son parte de nuestra vida cotidiana…
—Este momento creo que es un momento de transición muy grande que estamos viviendo. Porque de hecho decir ‘bueno, no existe más la televisión bien, ¿qué existe para el audiovisual?’ Las plataformas, ¿qué tienen las plataformas? Se van transformando ya no anualmente, sino casi mensualmente. También está la plataforma grande que deja de invertir acá para irse a otro país porque le resulta más barato. Ni hablar de lo que significa hacer una serie con todo lo que requiere para lograr un buen producto. Ni se te ocurra perder el tiempo en escribir porque va a quedar en un cajón. Eso estamos viviendo hoy.
—¿Te sumergiste en ese mundo?
—Me meto en una plataforma cuando tengo tiempo a la noche tranquilo y empiezo a ver qué veo y estoy una hora, me divierto porque tengo cabeza de productor, analizo ¿Cómo son los formatos?, ¿Cómo las venden? ¿Cuántos capítulos son? ¿En qué se repiten? ¿Cuál es la estética? ¿De qué país viene? Cuando elijo dos o tres, que llegan como finalistas, me agarra sueño, me pongo a ver una y a los 15 minutos ya sé más o menos de qué va. Está plagado de propuestas. La mayoría se copian a sí mismas. Hay que buscar mucho para encontrar algún producto original. E incluso que después sea de tu gusto.
—¿Alguna vez hiciste otro trabajo?
—No, nunca. Siempre fui actor. Empecé a los 13 años, estudiando. A los 17 ya era profesional independiente y después de dos años llegó Socorro 5º año. Ya a esa altura vivía de actuar, por supuesto vivía con mis padres, eso me ayudó. A los 18 años tenía tres obras el mismo día; dos infantiles, una de adultos en la noche, que me permitía ganarme un mango, llegar a casa y decir: ya llegué. Tenía carnet de actor. Por supuesto que no tenía la responsabilidad de una familia numerosa como la que tengo hoy. Siempre me he dedicado a actuar y siempre ha sido para mí una relación muy noble.