La Academia vivía su peor momento tras el descenso y peleaba por volver a Primera División. La historia de un partido complicado, con suspensiones, decisiones polémicas y un final inconcluso
Gilmar Villagrán tomó varios pasos de carrera. Llegó a la pelota ubicada apenas afuera del área. Posición ideal para él, un especialista en tiros libres. El impacto fue perfecto. Pasó por el costado del último hombre de la barrera y se incrustó junto al poste del indefenso arquero Jorge Traverso. La hinchada de Lanús lo gritó con locura. Estaban a un paso de la hazaña. Solo les quedaba un gol para poder eliminar a Racing en la semifinal del octogonal por el segundo ascenso a primera división. Los jugadores se alentaban, porque desde el banco les hicieron la seña que aún tenían tiempo. Eso lo tenían claro también sus rivales, el público y los periodistas. Todos en el estadio. Menos uno. El árbitro Emilio Misic, que inmediatamente pitó el final del encuentro, desatando una polémica que arrancó en aquel atardecer del jueves 20 de diciembre de 1984 y se sigue recordando hasta hoy.
El vía crucis de Racing en la B. Un paso doloroso y complejo, que se extendió por dos temporadas que parecieron interminables. La mayoría pensaba que iba a emular lo hecho por San Lorenzo, dos años antes, con una revolución fuera de la cancha, acompañada por los buenos resultados adentro. Nada de eso ocurrió. El ánimo estaba muy golpeado y le costó hacer pie en un terreno árido y desconocido como lo era el fútbol de ascenso. Sumado a un tan excelente como inesperado Deportivo Español, armado para sumar puntos y aumentar un flojo promedio, que terminó siendo campeón varias fechas antes.
Entonces, el consuelo del octogonal, por el segundo pasaje a la primera división. Culminó en el tercer puesto de la tabla general, detrás del campeón y de Defensores de Belgrano, pero la campaña nunca logró ser regular, más allá de contar con buenos futbolistas, con el esplendente refuerzo de Miguel Ángel Brindisi. El primer escollo en el reducido fue Deportivo Morón, cuadro acostumbrado a la pelea de los sábados, con hombres de experiencia, más la capacidad goleadora de Gambier y el talento de Colombatti, quien días después partiría con destino a la mitad celeste y blanca de Avellaneda. Racing ganó 2-1 la ida y perdió 1-0 la revancha, ambos cotejos disputados en Velez, avanzando por ventaja deportiva.
El primer partido de la semifinal frente a Lanús fue el sábado 8 de diciembre, nuevamente en Liniers. Victoria de la Academia 2-1, con lo justo. Esa misma noche, Independiente se consagró campeón intercontinental ante Liverpool, en un año doloroso y de impactante contraste con el clásico rival. La revancha se programó para el miércoles 12, justamente en cancha de los Rojos.
Se habían disputado apenas 6 minutos y Racing tuvo un penal a su favor, tras una mano no muy clara de un zaguero adversario. Quien tomó la responsabilidad de ejecutarlo fue Carlos Caldeiro, que así lo recordó para Infobae: “Lanús tenía un equipo maravilloso, mientras que nosotros habíamos tenido un año regular, sin conformar las expectativas. No recuerdo si había alguien designado, calculo que no. Entonces decidí patearlo y el arquero Perassi me lo atajó. Al girar, vi que el árbitro marcaba un adelantamiento y que debía repetirse. Sinceramente no puedo decir si estuvo bien esa decisión, porque no lo recuerdo y no hay registros que lo muestren con claridad. Tampoco fue el penal de Roma con Delem (risas). En este caso es muy difícil determinarlo. Todas las interpretaciones que se hacen sobre los partidos, son suspicacias que están y seguirán estando en el fútbol. Lo que siempre decía era, que, si se sabía de alguna situación arreglada de antemano, que me avisaran así no me preocupaba (risas). Reglamentariamente se puede cambiar el ejecutor en una situación así. Yo fui a buscar a otro compañero y me dijeron: ‘No. Vos hiciste este lío, solucionalo vos’. Cosa que me parece, pasados los años, muy graciosa. Reconozco que nunca fui un gran pateador de penales. ¿Por qué lo hice? Por esa cosa de chico rebelde que tenía. Fui de nuevo y lo convertí”.
El uruguayo Gilmar Villagrán había llegado en esa temporada a Lanús, donde se convertiría en uno de los máximos ídolos, gracias a su calidad y excelso remate. Así nos evocó los sentimientos de ese día: “Aquella noche había muchísima gente de las dos hinchadas, pero el recibimiento que nos dieron a nosotros fue extraordinario. Recuerdo perfectamente el penal que Perassi le atajó a Caldeiro y que inexplicablemente el árbitro hizo ejecutar de nuevo. A partir de ahí el clima cambió y comenzaron a producirse los disturbios, con gases lacrimógenos y mucha gente de Lanús desesperada. Fue algo feo lo que se vivió afuera y que modificó lo que pasaba adentro, donde el partido era parejo, hasta que se suspendió al terminar el primer tiempo”.
Ajeno a todo el problema, por el otro lado de la llave, avanzaba Gimnasia con gran firmeza. Luego de un inicio de campeonato irregular, donde estuvo en duda la continuidad de Nito Veiga como entrenador, había encontrado el rumbo, pisando fuerte en el reducido. Primero dejó en el camino a Argentino de Rosario, la sensación del torneo y luego a un muy buen Defensores de Belgrano, para ubicarse en la final.
La AFA le dio los días que correspondían por el reglamento para que tanto Racing como Lanús hicieran su descargo por los incidentes ocurridos, con la idea de poder reanudar cuanto antes. Las idas y vueltas fueron interminables hasta que se acordó que los 45 minutos restantes se iban a disputar en cancha de Atlanta el jueves 20. Lanús necesitaba tres goles para poder avanzar y salió decidido, como lo contó Villagrán: “Rápidamente conseguimos marcar el empate por intermedio de Claudio Nigetti y podría afirmar que desde ahí los pasamos por encima, dominando por completo y creando muchas situaciones de gol”. Los recuerdos de Caldeiro van en la misma dirección: “A poco de comenzar la reanudación, Lanús nos empató. Y nos llevó por delante, porque tenían jugadores exquisitos y un muy buen plantel. Además, como equipo, era más que nosotros, sin ningún lugar a dudas. Nos empezó a superar abiertamente”.
El Granate seguía presionando, mientras la Academia se replegaba, buscando tener al reloj como un aliado. A falta de cuatro minutos, el árbitro sancionó un tiro libre muy peligroso en favor de Lanús al borde del área, ideal para la categoría de Villagrán: “Le pegué fuerte al palo del arquero, que no la vio. Fue un lindo gol, pero no lo pude disfrutar del todo, porque la reacción instintiva fue buscar la pelota al fondo del arco para reanudar lo antes posible y conseguir el tercero que nos permitiera disputar la final con Gimnasia y Esgrima La Plata. Estábamos a tiro y se produjo la insólita situación de Emilio Misic”.
Sorpresa en los neutrales, alivio para Racing e indignación en Lanús. Inmediatamente después del gol de Villagrán, el juez dio por terminado el partido, cuando aún faltaban algunos minutos más el descuento. Un momento increíble, como rememoró el ex delantero Granate: “Nos fuimos al vestuario y ahí nos enteramos que faltaba tiempo por jugar. Volvimos rápido al campo de juego y cuando quisimos reanudar, los jugadores de Racing dijeron que no tenían camisetas. Nunca se disputaron los minutos restantes y lo dieron por terminado con ese resultado, que los clasificaba a ellos para la final”.
No es habitual que ocurra una situación de ese tenor. Como tampoco lo es la sinceridad con la que habla Caldeiro, acerca de la actitud que tuvo el plantel de Racing, aquella acalorada tarde de hace 40 años: “El futbolista, como es natural, no sabe cuánto tiempo exacto se lleva de juego. No había relojes en las canchas como ocurre ahora. Apenas terminado, comenzaron las quejas de los muchachos de Lanús, porque había concluido antes el partido. Cuando nos dimos cuenta de la situación, tratamos de no volver a jugarlo, porque si la cosa seguía igual, nos podían meter tres goles más (risas). De eso no tengo dudas. Tiramos las camisetas a las tribunas, como parte de esas trampitas que se suelen hacer, para querer sacar ventajas. En eso nada tuvo que ver el árbitro ni los dirigentes. Por supuesto que moralmente no está bien. Eso derivó en que el partido no se reanudara. En las horas posteriores se habló de la posibilidad de disputar los escasos minutos que restaban. Incluso al día siguiente hicimos una práctica para esa eventual posibilidad. Fue simpático hacer un entrenamiento táctico pensando en salir a la cancha tres minutos, que como todos saben, no ocurrió y de ese modo pasamos a la final con Gimnasia”.
Transcurrieron cuatro décadas, pero el dolor por lo vivido aquella tarde en el sentimiento del hincha de Lanús, permanece reflejado en las palabras de Villagrán: “Misic nunca reconoció su error, y si lo hizo, yo no me enteré. En la cancha, lo único que nos dijo es que los jugadores de Racing no podían continuar ya que no tenían las camisetas, porque las habían regalado a la hinchada y de ese modo, no se podía llevar adelante lo que faltaba. Incluso se intentó con la utilería de Atlanta, para ver si podía prestar las casacas, pero tampoco tuvo resultado. Creo que fue todo muy raro, como que estaba hecho para que Racing ascendiera, cosa que, al final, no pudo ser. Pienso que otra hubiese sido la historia si nosotros llegamos a la final, porque durante el torneo le habíamos ganado con claridad a Gimnasia y no sé si querían enfrentarnos. Teníamos un muy buen equipo con Váttimos, el Avión Ramírez, Mamberto, Vicente, Attadía, entre otros. Cuando Ramón Cabrero reemplazó al Vasco Iturrieta como entrenador, pasé a jugar en esa posición de enganche, donde me fue muy bien. Fue una pena que se nos haya escapado, porque creo que estaba para nosotros, pero el fútbol tiene esas cosas”.
El cuadro de La Plata esperó tranquilo. Cuando salió a disputar la primera final ante Racing en Avellaneda, el 27 de diciembre, habían transcurrido exactamente 15 días de su última presentación. Tanto allí como en el desquite en su estadio, fue muy superior a la Academia, como lo reflejaron los resultados: 3-1 y 4-2 respectivamente.
La de Caldeiro fue una aparición importante en esos tiempos oscuros de Racing, donde el tobogán de malas decisiones desembocó en el dolor del descenso. Siendo un pibe, Carlos atravesó por muchas emociones en poco tiempo: “Llegué al club en infantiles y fui haciendo todas las categorías, en épocas difíciles, donde no se lograban campeonatos. Como cualquier pibe, tenía el anhelo de llegar a primera y dar la vuelta olímpica. Por eso fue muy duro terminar en la primera B, algo que no esperaba bajo ningún punto de vista. Estaba fresco el antecedente de San Lorenzo, un grande yéndose al descenso. Muchos pensaban que nosotros haríamos ese camino, con una pronta vuelta en medio de una revolución, que mejorara a la institución. Algunos clubes de primera división me vinieron a buscar, pero yo estaba absolutamente convencido de jugar en Racing en la B. Porque firmaba donde fuese que íbamos a ascender casi fácilmente, produciendo el ansiado relanzamiento. No sucedió y fue muy complejo. Pero nada me quita el orgullo de haber vestido esa camiseta. Y subrayo que Racing es diferente por su gente, que es única. Fui titular en el último partido en primera, cuando ya estábamos descendidos, que fue la tarde que Independiente salió campeón en su cancha. Cuando salí del túnel y vi que había hinchas nuestros en la tribuna, se me puso la piel de gallina. El clásico rival iba a festejar el título y ellos estaban allí”.
Lanús siguió siendo un permanente animador del fútbol de los sábados en los años posteriores, con muy buenos jugadores, que eran siempre pretendidos por la primera división. Pero el ascenso se les negaba. En la temporada 1988/89, era el candidato más relevante y llegó a sacar seis puntos de ventaja, pero se le escapó en el último partido ante Chaco For Ever, que fue el campeón. El año siguiente, cuando, quizás, menos expectativa tenía, se dio el gusto del regreso, ganando el octogonal frente a Quilmes, en el debut de Miguel Ángel Russo como entrenador.
Racing atravesó un 1985 llenó de conflictos. Mucho se le había reclamado la temporada anterior, por no tener jugadores acostumbrados a la primera B. En esa dirección fueron los refuerzos: Horacio Attadía, Walter Fernández, Néstor Sicher y Miguel Colombatti, entre otros. Como un reflejo del ‘84, a sus dudas y problemas, se le sumó otro equipo excelente, como lo había sido Deportivo Español. En este caso se trató de Rosario Central, que ganó el torneo de punta a punta. El alivio llegó en el octogonal con el golazo del recordado Néstor Sicher frente a Atlanta.
Una semifinal. Dos canchas. Ocho días entre el primer tiempo y el segundo. Penales, golazos, polémicas y un árbitro cuestionado. Todos estos elementos dentro de un partido que, sin embargo, duró menos de 90 minutos…