Benita Velázquez, mamá de seis hijos, abuela de 20 nietos, bisabuela de 22 bisnietos y tatarabuela de una bebé, ni siquiera se preocupó por buscar excusas para no empezar lo que antes no había podido.
A sus 89 años, la mendocina nacida en Agua del Chancho, San Rafael, cursa su segundo año de primaria luego de haber transitado una vida marcada por el trabajo en el campo, la maternidad y las postergaciones.
Benita es la debilidad del curso que en 2023 inició un programa educativo en el Cebja 3-065 “Fortín 25 de Mayo”, orientado a adultos no escolarizados. Decidió inscribirse por la insistencia de sus seres queridos y por la voluntad de buscar un aprendizaje que antes no pudo adquirir.
“Vine a probar y me gustó”, dijo Benita a TN. En marzo del año pasado, acompañada por su nuera, se anotó en una aventura que 12 meses después la tiene contenta e ilusionada.
“Trabajé toda mi vida en el campo, desde muy chica con mi papá. Cortábamos leña o cuidábamos las chivas, los caballos y las vacas. Teníamos que andar detrás de todos los animales”, expresó.
En una entrevista previa con Los Andes, Benita reveló que la falta de acceso a la educación la privó de la oportunidad de aprender a leer y a escribir. Sin embargo, luego de casarse y convertirse en madre, decidió que aquello no le sucedería a sus hijos.
“Todos fueron al colegio y aprendieron lo que yo no pude”, recordó Benita que, a lo largo de su vida, también sufrió una serie de comentarios que la lastimaron: “Eran muchas las cosas que me decían por no saber leer y escribir. El problema es que yo no me podía expresar bien, entonces me decían que era analfabeta e ignorante. Y eso me hizo doler mucho”
Cuando ocurría eso, la respuesta que elegía Benita era el silencio. “Muchas cosas las pronuncio a mi manera y otras las estoy aprendiendo. Por eso quise venir a la escuela para ver si me enseñaban a mejorar muchas de estas cosas”, indicó.
Desde el colegio detallaron que el curso al que pertenece Benita está conformado únicamente por mujeres. Ella, al igual que sus compañeras, asiste todos los días a las clases que duran tres horas.
“Me siento bien con las chicas, dibujando y estudiando. Estoy bien, contenta porque sé que me quieren mucho”, dijo Benita, que cursa su segundo año y ya mostró una clara evolución en relación a sus inicios: reconoce las letras y continúa transitando la etapa del proceso de alfabetización.
“Ella viene todos los días, incluso cuando hace mucho frío se abriga y está acá. Tiene una sabiduría que excede el no saber leer o escribir. Es extraordinaria, por eso las compañeras la cuidan mucho. Es querible y está decidida. Además es prolija y muy aplicada”, destacó Mónica Martínez, directora del colegio.
“Mis hijas me llaman para felicitarme, están muy contentas con lo que estoy haciendo. Sueño todos los días con seguir aprendiendo un poco más”, completó Benita.