Desde su fundación el 10 de febrero de 1874 hasta su consolidación como villa de veraneo de la élite porteña y desde su mutación a meca del turismo popular argentino a mediados del siglo XX hasta ubicarse entre los diez centro urbanos más grandes del país, Mar del Plata atravesó una serie de cambios demográficos que fueron definiendo un perfil poblacional «muy diverso» en un punto del mapa en el que «siempre está llegando gente», explicó la historiadora Bettina Favero.
En el marco del 150 aniversario de la fundación de la ciudad, que se conmemora este sábado, Favero, profesora de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigadora del Conicet, especializada en la inmigración, la historia oral y los estudios sobre memoria y juventud, y autora del libro «La ´Pequeña Italia´. Una comunidad portuaria», recientemente publicado, aseguró en una entrevista con Télam que a partir de sus cambios y su crecimiento, la ciudad ha funcionado como «una especie de observatorio de lo que pasaba en el país».
– ¿Quiénes hicieron Mar del Plata?
– No se puede hablar solo de una persona o un grupo. Siempre sabemos de algo así como los padres fundadores, Patricio Peralta Ramos, Pedro Luro, esos apellidos que resuenan siempre. Pero soy de la idea de que a Mar del Plata la hicieron todos los pobladores, todas las personas que en determinado momento de la historia de la ciudad llegaron acá, sobre todo a trabajar, en distintos momentos de estos 150 años. Son ellos los que hicieron y hacen a Mar del Plata.
– ¿Cómo se puede secuenciar históricamente esa llegada de pobladores?
– En la primera etapa, la fundacional hasta 1900 más o menos, cuando la ciudad crece lentamente, ya tenemos la llegada de población no solo nativa sino también extranjera, que se acrecienta a partir de fines del siglo XIX y principios del XX, hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial. Ahí se frena. Después se vuelve a iniciar en los años ’20, hasta inicio de los ’30, pero ahí también empiezan a llegar muchos migrantes internos. La ciudad crece mucho, no solamente a nivel turístico, que era lo que tenía que ver con su nacimiento, sino que empieza a haber empresas, una pequeña industria vinculada a la construcción, y que después se va a ir acrecentando con otras ramas de la industria como la pesquera, que empieza a despegar en los años ’20 cuando se construye el puerto. Y eso también generó otro polo de atracción de población. En ese caso no venían a hacer turismo sino a asentarse y a trabajar. Y después se da la llegada de inmigrantes, especialmente italianos, finalizada la Segunda Guerra.
– ¿Se podía identificar un perfil poblacional en aniversarios anteriores?
– Cuando Mar del Plata cumple 50 años, en la década del ’20, coincide con las intendencias en manos del socialismo, y ahí ya según el censo nacional de 1914 casi el 48 por ciento de la población era extranjera. Y en cuanto a los nativos, no es que fueran de la ciudad sino que venían de otros espacios del interior provincial. En los segundos 50 años, de cara al centenario, la ciudad pega un salto importantísimo. No solo a nivel poblacional sino a nivel productivo, industrial, comercial. Cambia mucho. Ya no es la receptora del turismo de la élite porteña, sino una ciudad que recibe a una gran cantidad de turistas de todo el país. Con números impresionantes. Esto coincide con lo que fue el famoso boom de la construcción de edificios en altura, el cambio de rostro y perfil de la ciudad, y con el fin de la era de las grandes mansiones de la élite que venía a veranear. La fisonomía de la ciudad va cambiando mientras se iban dando ciertos procesos dentro de la historia de la ciudad, que permiten entender cómo fue creciendo y cómo fue consolidándose ya la población nacida en la ciudad.
– ¿Cómo convivieron en esa transición los pobladores más vinculados al mundo laboral con ese turismo de élite de las primeras décadas?
– Convivencia hubo. Cuando yo me detengo en el puerto, por ejemplo, que es una zona muy particular de la ciudad, sabemos que en el resto de los barrios había también inmigrantes que se fueron adaptando a la sociedad local. El caso del puerto fue interesante porque es como que, más allá de Juan B. Justo, que en ese momento se llamaba justamente avenida Cincuentenario por los 50 años de la ciudad, es como que se dividían una ciudad y otra. Y así fue como el puerto nace. Esa división con el paso del tiempo se va diluyendo, pero diría que hasta entrados los ’70, operaban como partes bastante antagónicas, porque el puerto no era turístico, sino más industrial, y el resto de la ciudad era la preferida para el desarrollo del turismo.
– ¿Se puede hablar hoy de un tipo de perfil social propio de la ciudad a sus 150 años?
– Es complicadísimo porque Mar del Plata es una ciudad migrante. Siempre está llegando gente. Es algo constante. Si bien al observar los censos se ve que cae la población no nativa, siempre hay gente viniendo a trabajar en temporada, y mucho trabajo estacional con otro tipo de producción. Yo diría que tiene un perfil muy diverso, que no es homogéneo para nada, y por eso justamente es muy rico para estudiarlo. Siempre jugamos un poco con la idea de la identidad marplatense, y yo soy de la idea de que la identidad es algo que se construye todo el tiempo, no es algo estático ni fijo. Me parece que es algo que va a seguir reconstruyéndose con el paso del tiempo. Es una ciudad tan cambiante, que muchas veces también es expulsora, con altos índices de desocupación en las últimas tres décadas. Es como que aquel perfil inicial no es el mismo. Ya para 1970, 1980, no es la misma ciudad. No es solo «la ciudad feliz».
– ¿Es ese rasgo de ciudad receptora y dinámica lo que hace que a su vez puedan sentirla como propia no solo los marplatenses?
– Es que más allá de cómo surge la ciudad, ahí hay un pie para entender por qué Mar del Plata no pierde vigencia, siempre está ahí dando vueltas y la noticia de Mar del Plata llega más que la de otras ciudades. Es por esta vinculación tan fuerte que hubo desde su origen y que creo que nunca se cortó. Porque Mar del Plata también fue la posibilidad de ver, en lo que pasaba en la ciudad, una especie de observatorio de lo que pasaba en el país. Eso nos permitió ir viendo el crecimiento de la ciudad como un foco, como un microscopio que te permitía entender lo que sucedía en el resto del país.
– ¿Cómo es Mar del Plata como objeto de estudio de la historia?
– Académicamente hablando, la ciudad se empieza a estudiar desde la facultad recién a fines de los ’80. Antes había una historia más amateur. Y en ese momento empieza a surgir un interés por la ciudad. Empiezan a haber grupos y proyectos de investigación. Así que queda mucho por trabajar. Creo que lo del origen y la primera parte del siglo XX está muy bien trabajado. Ahora hay que profundizar más en lo que es la ciudad desde la década de 1970, de fin del siglo XX y principios del XXI, que la tenemos muy cerca y ya ahí podemos compartir trabajo de investigación con sociólogos, geógrafos, antropólogos. Podemos observar un montón de líneas de investigación, pero temporalmente creo que lo rico está ahí, en los últimos 50 o 60 años, sobre los que ya hay muy buenos trabajos hechos.