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¿Se puede evitar otro salto del dólar oficial?: las variables críticas que monitorea la City

En Argentina, cada vez que hubo una devaluación en el tipo de cambio oficial se produjo un traslado a precios. La rapidez de ese proceso depende de varios factores, pero, lo que está indicando, es que es muy difícil lograr una competitividad a través del mercado cambiario.

Tarde o temprano, el dólar en términos reales (deflactado el efecto inflacionario) vuelve a niveles anteriores. Esto sucedió con la devaluación de agosto, posterior a las PASO y es lo que está pasando con el salto del dólar oficial a $800 a mediados de diciembre, en los primeros días de gestión de Javier Milei.

En ese momento, el Ministerio de Economía y el Banco Central definieron que la cotización de la divisa estadounidense se iba a ir desplazando lentamente (crawling peg) a un ritmo del 2% por mes. Hoy, el dólar mayorista está a $ 823,05 (2,88% de aumento en casi un mes y medio).

El impacto de otro salto del dólar oficial

 

Con una inflación de diciembre del 25,5% y previsiones para enero y febrero que rondan un 20% en cada mes, surge la duda de cuán sostenible es esta decisión de las autoridades económicas. ¿Realmente podrá mantener ese bajo ritmo devaluatorio? ¿Y qué pasaría si hubiera un nuevo salto del dólar oficial?

«El principal objetivo económico del Gobierno es bajar la inflación. Si hay un nuevo salto del tipo de cambio oficial en marzo o abril, la inflación no va a bajar nunca. Vamos a volver al punto de partida porque se volverá a trasladar a precios y así podemos seguir devaluando y devaluando hasta tener un 90% de pobreza«, remarcó Fernando Marengo, titular de Blacktoro Global Investment en un encuentro organizado por S&C Inversiones.

Para Diego Dequino, titular del Centro de Estudios en Economía, Sociedad y Tecnología (Cesyt) y ex director del Banco Nación, otra devaluación implicaría que para julio o agosto no se vea una «luz al final del túnel«. «La primera marca a mirar es marzo o abril con la inflación y la actividad económica y la segunda es la de la clase media, que toma decisiones a mitad de año. Si, en ese momento, no se ven señales, va a haber una caída muy drástica de la demanda», advirtió.

«Si el Gobierno se viera obligado a una devaluación en abril, eso impactará en el nivel de actividad», coindice Jorge Vasconcelos, investigador jefe del Ieral de Fundación Mediterránea.

Cuál es la fecha clave y qué variables hay que mirar

 

Más allá de diferentes percepciones sobre lo que puede o no pasar, los economistas coinciden en que es clave prestar atención a dos temas: la inflación y la actividad económica. En concreto, el período a monitorear es el segundo trimestre del año.

«En 2024 se puede trazar una analogía con lo que sucedió en 2019. En ese año, hubo un primer trimestre con fuerte caída de la actividad y una importante recuperación en el segundo por el PBI agrícola (2018 hubo una fuerte sequía igual que en 2023)», opinó Vasconcelos y agregó: «Hacia marzo o abril, además del balance de instrumentos para completar el ajuste fiscal ya se podrá cuantificar cuánto hubo de cambio en precios relativos y cuánto de aceleración inflacionaria».

«Esto resultará clave para evaluar si el Gobierno habrá podido mantener una pauta de deslizamiento cambiario del 4% al 5% mensual, si habrá de persistir en el esquema de 80 y 20 (dólar oficial y CCL) para exportadores y, si los pagos de importaciones podrán ser completamente normalizados, respetando la meta del incremento de las reservas», explicó.

«En marzo o abril hay una marca importante a prestar atención. Si la brecha cambiaria se mantiene chica y la inflación baja fuerte, se mostraría que el Gobierno puede ‘domar el potro’ de la nominalidad de los precios. Ahí se darían señales para que la economía arranque», consideró Dequino.

«La clave del programa económico del Gobierno es que se muestre que se está recuperando actividad económica y la tasa de inflación baje en el segundo trimestre. Si en ese momento, la inflación sigue en dos dígitos nos vamos a preguntar para qué ajustamos. Si el ajuste de precios relativos es exitoso tiene que ser por única vez», subrayó Marengo.

¿Se puede evitar otra devaluación?

 

En este punto, los economistas difieren en su apreciación. Para Vasconcelos, «hay que recordar que un objetivo prioritario de 2024 es reconstituir reservas, no sólo por el acuerdo con el FMI sino porque la macro lo requiere. Y el tipo de cambio real es clave. Si el Banco Central deja de acumular reservas, el Gobierno tendrá que rever el sendero cambiario».

 

«El ajuste fiscal para este año no es un gran desafío (es más preocupante para 2025) y ya se frenó la emisión para financiar al Tesoro. Hay una fuerte caída nivel de monetización de la economía, la demanda de pesos está en niveles mínimos históricos. Si la economía empieza a volver a demandar pesos, esto va a subir y, por otro lado, no hay oferta de pesos. Parecería que lo que van a faltar son los pesos», remarcó Marengo.

El economista, que había previsto un 25% de inflación en diciembre y estima que para abril se volverá a un dígito, consideró que, en el segundo trimestre, la actividad va a sentir el impacto positivo de la cosecha. Las estimaciones son de una suba interanual del 55/60% en el PBI agropecuario (2023 cayó fuerte por la sequía) que compensaría la retracción de otros sectores en el próximo trimestre aunque el año terminaría con un PBI más bajo.

«El mercado cree que es insostenible una fuerte caída del tipo de cambio real porque en abril se volvería al mismo nivel previo a la devaluación. El tema es que no es lo mismo ese dólar (históricamente en los máximos) con un montón de distorsiones que el mismo nivel una vez que se están corrigiendo precios relativos y otras restricciones», opinó y volvió a señalar que «el crawling bajo (quizá no en 2%, pero sí en 3 o 4%) es imprescindible para bajar la inflación«.

Para Vasconcelos, «el veredicto acerca del nivel de tipo de cambio real lo habrán de dar los chacareros a la hora de poner en valor la cosecha, si liquidan o no para ingresar unos 3.000 millones de dólares por mes hasta mediados de año».

«Si el tipo de cambio efectivo no es bueno para el agro y no hay donde poner la liquidación para invertir en bienes físicos o en inversiones financieras, no se alinearán los incentivos para que liquiden lo suficiente y podría haber presión para darle un tipo de cambio diferencial o algún beneficio», advirtió Dequino.

Una de las colocaciones financieras es el mercado de bonos, con el BOPREAL en primer lugar que esta semana dio una buena noticia al Gobierno al lograr una colocación récord. «¿El agro va a vender si el dólar es bajo? Va a depender de la tasa de interés implícita en dólares (de los instrumentos en pesos). Como el argentino piensa en dólares, cualquier programa de estabilización debe tener un ancla cambiaria», concluyó Marengo.

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