Como bien ustedes saben, el VAR es una videocasetera que rebobina jugadas. No es una máquina de Elon Musk ni un legado de Leonardo da Vinci a la posteridad. A esta videocasetera la manejan árbitros argentinos, los buenos, los mediocres y los permeables a los humores del poder central o alguna otra afinidad. Es tan grande el ancho de banda en donde reina la subjetividad que, en vez de ser una herramienta superadora, para el hincha este “aparatito” ya es un enemigo más.
Entonces urge hacerle un upgrade. Y, fundamentalmente, actualizar las reglas del fútbol para ahuyentar suspicacias. Las difusas líneas que se trazan en Ezeiza cuando se determina si un omóplato está en offside, de mínima, lucen imprecisas, y además atentan contra la esencia de la norma.
A partir de la llegada de esta tecnología, lo que antes era misma línea hoy es posición adelantada, por un omóplato, la rótula o un dedo gordo con la uña sin cortar. Y eso es lo que especifica el reglamento, pero esencialmente va a contramano de su espíritu original. Esto es lo que se debe actualizar.
La delgada línea roja no es el único punto que debe ser revisado. Y vale también para el offside automático. El tiempo de juego neto también es un punto que se debe modernizar. Detener el cronómetro ante cada interferencia no parece viable. Adicionar diez minutos por tiempo altera el equilibrio de este deporte. Otra vez se trata de sentido común. Si parás al reloj durante los cambios, atenciones médicas a futbolistas golpeados, festejos de gol coreográficos y revisiones del VAR, matás especulación. Y después agregá lo que creas justo. ¿Por qué les cuesta tanto a los organismos responsables resolver lo elemental?
Y así podríamos enumerar un sinfín de situaciones. E inevitablemente se multiplicarán acciones en las que el referí deberá interpretar. Pero hay dos cuestiones que no pueden seguir sucediendo: la manipulación del espíritu de la norma, disfrazada de análisis reglamentario con olor a podrido, y la vigencia de las reglas que han quedado obsoletas desde que “inventaron el VAR”. O cambian lo antes posible o romperán al alma de este juguete: la credibilidad.
